
La inspiración de Belen Picuasi
Belen Picuasi es una orgullosa Kichwa nacida y criada en el pequeño pueblo de Ilumán, Otavalo, al norte de Ecuador. Su lengua materna también es el Kichwa, pero aprendió español con bastante facilidad en la escuela. Belen nació en una familia de artesanos. Tanto su padre como su madre eran conocidos por fabricar sombreros para las comunidades Kichwas de la región. Se dice que la familia de Belen lleva más de tres siglos fabricando estos sombreros tradicionales.
Aunque Belen pertenecía a una familia muy trabajadora, seguían viviendo en la pobreza. De hecho, su casa era la única en la comunidad que no tenía electricidad. Cuando era niña, trabajaba todo el día ayudando a sus padres, y solo por la noche, a oscuras y con una linterna de queroseno, podía hacer los deberes escolares. A diferencia de otras familias, tampoco podían permitirse el gas, por lo que cocinaban con leña.
Tampoco había agua en la casa. Belen y sus tres hermanos caminaban con frecuencia 3 km ida y vuelta hasta un manantial natural llamado “San Juan Pukyu”. Iban varias veces al día con grandes vasijas de barro tradicionales para almacenar agua potable. El manantial también se utilizaba para bañarse, limpiar la lana de las ovejas y lavar la ropa. San Juan Pukyu era muy importante para la comunidad en aquella época e incluso se sigue utilizando hoy en día para rituales ceremoniales y festivales.
Otros medios de supervivencia de los padres de Belen eran el tejido, la agricultura y la cría de vacas. Belen empezó a trabajar a la temprana edad de 3 años. Su primer trabajo fue lavar la lana. A los 5 años ya sacaba a pastar a las vacas. A partir de los 4 años, Belen recuerda a muchos turistas que visitaban la casa para ver a su padre hacer sombreros. Las agencias de viajes enviaban grupos en autobús varias veces al día. Su padre incluso los llevaba a escalar la montaña Imbabura, de 4.600 metros, como actividad recreativa. A los 8 años Belen hizo su primer viaje como guía en solitario, llevando con éxito a dos turistas a la cima de esa misma montaña. Curiosamente, su padre nunca había pedido dinero a ningún turista ni agencia de viajes en todos esos años de visitas al taller, sólo era feliz de compartir con el mundo su arte especial con amabilidad y orgullo cultural.
Belen ya había aprendido todos los procesos necesarios para crear un sombrero de alta calidad desde antes de cumplir los 8 años. Su padre siempre había estado orgulloso de su trabajadora hija. Aunque Belen era la más pequeña de la escuela, no tenía miedo y era muy segura de sí misma. Con el tiempo, la gran pasión de su padre por la sombrerería tradicional tendría que transmitirse a su hija. Con sólo 13 años, el padre de Belen falleció. Ahora ella tendría que ayudar a su madre a llevar las riendas de la familia.
Con el tiempo, los Kichwas comenzaron a reconocer el carácter único de Belen, tal y como lo había visto su padre. También se ganó el respeto y la reputación de ser una persona íntegra, profundamente comprometida con su comunidad. Ya en su juventud, la comunidad la eligió por unanimidad para hacer lo que le resultaba natural: ser la voz del pueblo Kichwa.
Hoy, 27 años después de su fallecimiento, el padre de Belen sigue siendo la mayor influencia en su vida. Habría estado orgulloso, por no decir más. Belen ha trabajado con más de 50 agencias de viajes. Ha recibido a miles de personas de todo el mundo para presenciar el arte de una tradición ahora famosa. También ha traído a su ciudad a muchos grupos de voluntarios de la comunidad para ayudar a los demás. Aunque estos últimos años, desde la pandemia de Covid, han sido muy difíciles, Belen nunca ha dejado de luchar por su patrimonio cultural ni por el pueblo Kichwa. La pasión por hacer que su padre se sienta orgulloso sigue ardiendo en su interior.
Belen y su madre continúan honrando la memoria de su padre manteniendo vivo el mismo taller artesanal. Hoy, son las dos únicas artesanas que quedan en la casa. El resto de la familia ha tomado caminos distintos, y Belen ha quedado como la última heredera activa de Unay Muchiku. Sin embargo, el legado familiar aún se siente en la comunidad. Basta con visitar el parque central de Ilumán para ver el impacto que dejaron: un mural bellamente pintado rinde homenaje a los padres de Belen, recordando a todos su contribución a la cultura Kichwa. Su madre, que ahora tiene 78 años, sigue trabajando con dedicación. La pequeña casa que habitan es ya el último taller de sombreros tradicionales de su tipo. Por desgracia, estamos en riesgo de ser testigos de la última generación de esta increíble, noble artesanía.
En memoria de José Picuasi (1940-1998)
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